Hace
treinta años, cuando los muchachos se dividían en las escuelas como “cool” y “nerd”
una película cambió la perspectiva de muchas personas, proyectando con más
detalle la verdadera fauna adolescente presente en los colegios, esta fue “The Breakfast
club” de John Hughes, quien ayudó a aumentar la perspectiva de la gente y, a la
vez, permitió a los jóvenes identificarse con sus personajes. Hoy en día muchas
obras logran abarcar esos aspectos, sin embargo la saga de novelas de Blue
Jeans revivió al Club de los cinco, profundizando en ellos y modernizando los
modelos, acercándolos a los jóvenes actuales.
No
es de extrañar que la fanaticada del libro esté satisfecha con la película,
pues es bastante fiel a la obra escrita, sin embargo creo que es importante el
ser más exhaustivo a la hora de publicar obras adolescentes, y es que debemos
comprender que esta es una época muy compleja de la vida en donde absorbemos la
parte más fuerte de las enseñanzas de nuestra existencia, el tener obras base
que nos ayuden a enfrentarla es esencial en esta etapa y considero que esta
obra no logra abarcar lo que esta misma plantea.
En
muchos momentos, durante la película, las motivaciones de los personajes son
insuficientes, pareciendo a veces sus acciones demasiado rápidas en comparación
al ritmo de la trama, provocando que las actuaciones sean bastante estériles, llegando
a ser inverosímiles en algunos instantes. La trama se compone de dos triángulos
amorosos, uno principal con los “chicos cool” y uno secundario con los “chicos
nerd”; quizás sea por experiencias del propio autor o quizás sea por el poco
tiempo dado a un desarrollo natural de ambas líneas argumentales durante la
película, pero el triángulo principal nos resulta algo tosco y fantasioso,
mientras que el secundario es mucho más fluido y enriquecedor.
Una
de las cosas que más lamento es que, en estas obras post-modernas, solamente se
nos muestre la insatisfacción de la juventud, respaldando sus comportamientos
irresponsables y sus inestabilidades, entregándoles enseñanzas difusas, muy
pocos valores y, finalmente, empujándolos a un individualismo sedentario. Ejemplo
de esto es este film, que en muchos instantes toma con liviandad las relaciones
riesgosas, las infracciones a la ley, la infidelidad, la dignidad y la vida
sexual adolescente, no siendo un buen aporte a enfrentar esta clase de
decisiones para los jóvenes. Sin ir más lejos debo decir que el triángulo
amoroso secundario pudo haber existido por sí sólo y hubiera significado mucho
más en pantalla o en los libros, pues dejaba muchas más enseñanzas, tenía
muchas más sorpresas y trataba temas mucho más profundos como la homosexualidad
o la pedofilia. El dejar esta trama en segundo lugar creo que es un mal tino
editorial, pues es el gran fuerte del libro y de la película.
Necesitamos
más obras juveniles que les enseñen sobre su inteligencia emocional, sobre
estructuras cívicas, sobre problemas reales, camuflados inclusive en las más
entretenidas fantasías, como resultaron ser en su momento “Harry Potter”,
“Chicas pesadas”, “Doctor Who”, “Las 10 cosas que odio de ti”, “El club de los
cinco” o ahora lo son “Los juegos del hambre”, “Glee” o “Divergente.”
Si
los jóvenes se identifican con “El club de los incomprendidos” es básicamente
porque no les estamos mostrando que nosotros también fuimos parte de ese club,
pero que descubrimos que todos tenemos alguna particularidad y que debemos
aprender a vivir con ella sin apartarnos de la sociedad, que en el fondo la
aceptación viene con la comunicación, que es nuestra gran falencia actual para
con nuestros adolescentes.
Debemos
ser más responsables de lo que le entregamos a estos jóvenes y no simplemente
querer ponerlos frente a una pantalla para
que no molesten o creer que si están
leyendo es bueno, sin importar realmente qué tienen ellos en sus manos para
leer…recordemos que ellos son nuestro futuro, si no compartimos con ellos
nuestro conocimientos y dejamos que sean guiados por cualquier cosa ese futuro
estará sencillamente perdido.
