viernes, 20 de agosto de 2021

Sobre el árbol del conocimiento y los primates que se descolgaron de él

No venimos de los primates, sino que somo primates, con todo lo que eso conlleva: Somos mamíferos, somos vivíparos, somos omnívoros, tenemos bello corporal, somos capaces de expresarnos facialmente, etc. Tanto las religiones han planteado la mentira sobre nuestra "creación" como seres especiales, hechos de arcilla y moldeados a la imagen de algún dios, como la ciencia que dice que "venimos de...", cuando en realidad siempre hemos sido primates. Y esta verdad, que parece tan simple, si la pensamos con detenimiento, es una epifanía dolorosa para muchos, por lo cual lo ocultan fingiendo que aquello no está allí, autoconvensiéndose de que en realidad son algo especial, más allá de todo otro ser que habite este planeta.

Hasta cierto punto tienen razón, pues somos algo más allá de los primates, una especie de mezcla entre primate y roedor, porque carroñamos nuestro hogar, nos acostumbramos a hurtar y huir, y en todos los estratos pasa por tonto quien no actúa así, aprovechándose de su posición social o de las oportunidades que le entrega la vida. Somos una plaga, porque en un ambiente natural no toda nuestra manada sobreviviría, pero en el ambiente que nos hemos creado sobrevivimos a la fuerza, y seguimos existiendo en número cada vez más creciente. Cada camada de humanos son un conjunto de bocas que alimentar, y se piense lo que se piense esto no es tanto un dolor para los padres de esas crías, sino para el planeta que debe sustentar los recursos para llenar esas bocas, para cubrir esos cuerpos lampiños, para poner techos sobre esas cabezas. Los humanos no sólo somos primates, sino que somos una verdadera plaga que chupa la vida de su hogar hasta la última gota, mientras nos peleamos entre nosotros y tratamos al resto de los seres de este planeta como si estuvieran por debajo nuestro, cuando no existe mayor diferencia que la que nosotros mismos hemos inventado, como si un montón de narcisistas esquizofrénicos fuéramos.

Debemos aceptarnos como la plaga de primates que somos, y eso conlleva comprender nuestra REAL naturaleza humana, lo que es mucho más sencillo que las elevadas posturas filosóficas de Immanuel Kant sobre las formas del ser humano, sino más bien sobre los aspectos fisiológicos que nos hacen ser lo que somos. Comprendiendo esto podemos preguntarnos qué existe en común entre una plaga y los primates, y la respuesta es muy sencilla: La reproducción. El código de una plaga es reproducirse más allá de sus límites, superando cualquier número estimable para lograr sobrevivir, pues la existencia misma está llena de peligros que destruirá buena parte de la plaga. En el caso de los primates el sexo y el placer sexual son una forma de comunicación, de compartir como comunidad, hasta de moneda de cambio por comida, y a diferencia de cualquier cosa que podamos creer en nuestros palcos de seres seudo elevados, los demás primates disfrutan mucho el sexo, lo hacen a toda hora sin mediar parejas fijas o poligamias, y eso mantiene sus camadas constantemente con crías que podrían llegar a adultas, pero la verdad es que muchas mueren antes de lograrlo, manteniendo a raya a la población.

Sin embargo, cuando miramos el sexo desde nosotros, lo que vemos es un árbol extraño con unas pocas ramas torcidas y deformes que tratan de alejarnos de la verdadera naturaleza de lo que somos, imponente y aterrador.



Una rama es religiosa, hablando de castidad y modestia, de castigos divinos si te autosatisfaces, de ostracismo si llegas a tener más de una pareja, de posturas en las que las mujeres están "hechas para ser madres", dejando fuera de su sistema a cualquiera que no pueda o no quiera serlo. Esta postura religiosa es antinatural y sumamente peligrosa: Los orgasmos y la bioquímica del cerebro están conectados en un abrazo intenso, esta interacción hormonal permite que seamos capaces de enfrentar el día a día, que nos mantengamos estables y seamos felices, inclusive un orgasmo diario ayuda al sistema cardíaco, al sistema inmune, previene el cáncer y genera nuevas neuronas...así de necesario es tocarnos, entendernos y vivir una sexualidad feliz y consensuada. El celibato no sólo conlleva problemas físicos que pueden traer la muerte, sino trastornos mentales incurables ¿O acaso ustedes creen que los sacerdotes y monjes en general nacen pedófilos? La gran mayoría terminan siéndolo por causa de una sexualidad trastocada enseñada dentro del núcleo de los mismos templos, barnizado con el poder que le entregan sus feligreses día a día, sin importar la religión a la que pertenezcan, pues prácticamente todas las religiones abordan la sexualidad de la misma manera.

Otra rama es la de la publicidad y el comercio sexual, una rama que se dobla y se retuerce en sentido contrario a la primera, para finalmente reencontrarse y envolverse una a la otra en sus puntas. La hipersexualización en la publicidad, inclusive usando a menores de edad, es un llamado constante a los instintos más bajos de nuestras primates existencias, para conseguir que consumamos productos que ni siquiera se relacionan con la sexualidad misma, para luego convertir a los propios seres humanos en productos. La red que se ha tejido por siglos en torno a estas áreas ha sido intrincada y peligrosa, en la cual principalmente las niñas más pobres son puestas a disposición de quien pueda pagar por ellas, esclavas de un sistema que las maltrata, las humilla y las viola. Mientras las modelos son puestas posando junto a una botella de cerveza, pero a las madres se les apunta con el dedo por amamantar en público y las niñas se les viste como si fueran mujeres adultas, poniéndoles escotes cuando todavía no crecen sus pechos y tacos cuando deberían estar jugando a correr con los demás niños. La postura social de la sexualidad es contradictoria y muchas veces chocante, pero cuando más doloroso pega es cuando se enfrenta a los crímenes sexuales: De las víctimas publican sus caras y nombres, las juzgan por como visten, por lo que hablan, por sus amistades y vidas, pero de los violadores no dicen nada hasta que la gente se haya olvidado del asunto, entonces ponen algunas iniciales o dicen que, el pobre tipo, fue víctima de sus instintos. 

Aquella rama, la de los crímenes sexuales, nace oculta oculta entre la abultada y deforme rama de las religiones y la torcida rama del comercio, camuflándose entre los pliegues de las ramas que la protegen de ser cortada, permitiéndole existir en base a todo aquello que reniega de nuestras cualidades de plaga y de primates. Es esta rama, tullida y escondida como ella sola, una vástago fuerte venido desde la necesidad de procrear sin precedentes, permitiendo que los violadores y abusadores perpetren sus crímenes para sembrar su semilla, protegiendo a la semilla por encima de la víctima que debe entregar su vida a ella. Por cada niño nacido de la adusta rama del abuso la vida de una mujer se pierde, convirtiéndola en una muerta en vida, sólo existiendo por la obligación social  de existir, sólo para revelar a ese niño que él no es nacido del amor y la sana sexualidad humana, sino que es hijo del más vil odio y la sexualidad retorcida del ser más despreciable que camina sobre nuestro amado planeta...ninguna persona merece lo que ese padre hace a esa madre y ese hijo...

El árbol con sus ramas torcidas y descentradas, entrelazadas en una unión que nos otorga dolor y sufrimiento al negarnos nuestra condición de primates y convertirnos en la plaga que somos ahora, reventando los recursos de nuestro planeta y flagelándonos unos a otros por no poder ser lo que estas instituciones sociales nos empujan a ser. Somos lo que somos, simios de una especie que anda en dos patas y piensa de forma más compleja que los demás simios, no más ni menos que ellos, sólo diferentes y más complejos. Como simios que somos debemos aceptar nuestra sexualidad, sabiendo que la necesitamos, deseándola cada día, disfrutando de ella a cabalidad sin hacer daño a nadie, rechazando aquello que trasgrede la mente de otros, como el snuf, las violaciones, los abusos, la pedofilia y la esclavitud sexual, así como aquello que nos daña a nosotros mismos, como el celibato o la prohibición ante la masturbación. Y así como debemos entender estas verdades, también debemos aceptar que nosotros nos exhibimos de forma natural ante los demás primates, sin buscar con esto un encuentro sexual; un escote no invita a un encuentro sexual, pero las palabras, los besos y las caricias sí, una minifalda o un perfume no son una puerta abierta a un coito, que los hombres y las mujeres se embellezcan es un acto de autocomplacencia más que un acto para un tercero, y debemos aceptarlo así ¿O acaso el pavo real se arranca las plumas cuando no quiere demostrar a la hembra que desea un encuentro sexual? No, el pavo las arrastra por el piso, impasible, y las extiende para comunicar, así como cuando nosotros susurramos al oído un "te deseo" o sellamos con un beso un "te amo". Que hombres y mujeres muestren sus cuerpos es un acto natural de sexualidad, y no por esto es una invitación a cualquiera, pero las posturas culturales que cubren a las mujeres de la cabeza a los pies o la creencia de que "es feminista tapar el cuerpo de una deportista", aunque esto podría impedir una buena ejecución en su deporte, demuestra lo trastocadas que están las posturas sobre nuestra normal sexualidad. Para que el día de mañana nuestra especie siga en este planeta necesitamos aceptar nuestra primate existencia y lidiar realmente con una sexualidad sana, educada, en la cual nos podamos atraer unos a otros sin perjudicar a nadie, y que no disminuyamos a nadie por cumplir o no cumplir algún estándar de belleza dispuesto a la fuerza por el comercio de la prostitución y la moda.

Hace millones de años el cuadrumano se irguió y comenzó un camino para separarse de lo que era, pero su separación lo hizo olvidar lo que realmente es y considerar ideas fantásticas sobre lo que le gustaría ser...ya es momento de mirar atrás y recordar quienes somos y reparar el camino cursado, nunca dejaremos de ser primates, pero podemos dejar de ser una plaga ¿Pero qué conlleva que seamos una plaga?

Primero, nos consumimos todos los recursos sin miramientos. Con el tiempo creamos un sistema de sustento económico en el cual cualquiera que pueda pagar tendrá lo que quiere, sin embargo no sopesamos que la Tierra no tendría suficiente para dar. Y pasó el tiempo, mientras dañábamos el lugar en dónde vivíamos, creyendo que podíamos hacer perfectamente lo que se nos cantara en gana, pero el sistema económico sirve a los economistas y empresarios, no a la Tierra que entrega el producto de la vida misma. Y ahora el planeta está muriendo, al punto de otorgarnos toda clase de raticidas para exterminarnos, porque simplemente lo merecemos. Estupideces tales como la obsolescencia programada o el ciclo de las modas demuestra nuestra inmadurez al momento de plantearnos nuestra propia existencia en este planeta, generando nuestras propias catástrofes y luego quejándonos de que un apocalipsis a caído sobre nosotros, cuando la caída no es nada más que nuestras propias decisiones como especie sobre nuestro hogar. Quizás es tarde para aliviar las cosas, pero es posible si nos proponemos cambiar la forma en que existimos, y dejamos de perder el tiempo con todo aquello que sólo causa dolor a nuestra propia casa y a las criaturas que coexisten con nosotros.

Y en segundo lugar está nuestra incansable procreación y protección a todo feto, sea viable o no, venga del amor o no, lo puedan criar y amar o no. Nos hemos autoconvencido de que es antinatural que una madre o un padre vea morir a su cría, porque el padre debe morir de vejez, pero en la naturaleza esto no es así, las crías mueren constantemente de muchas maneras y sus manadas deben sobreponerse a la pérdida y seguir adelante sin chistar, porque de eso depende la supervivencia. Sin embargo nosotros nos hemos sobrepuesto como especie a esa realidad, lo que significa que debemos buscar otra forma de mermar la población, y la forma más obvia es tener la capacidad de desechar los embriones cuando sea necesario, sin mediar mayores conjeturas ni cuestionamientos. Más el árbol de ramas torcidas sabe que de esos embriones venidos a mal, sin amor, nacidos al maltrato o al abandono, vienen los productos que consumirán en el comercio sexual, por lo cual fuerzan al sistema a que esos embriones sigan curso para que lleguen a ser bebés. La lucha contra la posibilidad de controlar realmente el producto de nuestra simiesca sexualidad sería la puerta de salida a esta etapa de horrores que vivimos como humanidad, sin embargo las religiones y sistemas sociales anticuados, siempre pujando por creer que no somos primates, nos mantienen anclados a los raticidas que nos ha echado nuestro planeta. La mentira constante para limitar nuestra sexualidad agreste es lo que nos mantiene en miseria, hediendo a muerte y recibiendo cúmulos ingentes de odio, todo bajo el sello de alguna deidad que así lo mandó y ante la cual el ser humano está indefenso, aún cuando ni siquiera la ha visto.

Somos primates: Parimos a nuestras crías, amamantamos y arrullamos, sonreímos y aplaudimos, nos comunicamos a través de sentimientos y palabras. Por complejos que parezcamos somos primates, pero ya viene siendo hora de que dejemos de ser una plaga...